Ciro el Grande (575 – 530 a. C.), rey aqueménida de Persia (circa 559 - 530 a. C.) y fundador del Imperio persa aqueménida. Sus conquistas se extendieron sobre Media, Lidia y Babilonia, desde el mar Mediterráneo hasta la cordillera del Hindu Kush, creando así el mayor imperio conocido hasta ese momento. El imperio fundado por Ciro mantuvo su existencia durante más de doscientos años, hasta su conquista final por Alejandro Magno (332 a. C.).
Hacia el 559 a. C. Ciro sucedió a su padre Cambises I. Según Heródoto, Ciro se rebeló contra el soberano medo Astiages, a quien logró deponer luego de recibir el apoyo de Harpago, comandante del ejército medo. Fuentes contemporáneas dicen, corroborando a Heródoto, que en el año 550 a. C. (Crónica de Nabónido, o Crónica de Babilonia Nº7),1 o 553 a. C. (Cilindro de Sippar), Astiages atacó a Ciro, pero fue entregado al rey persa por sus propias tropas. Ciro tomó entonces Ecbatana, la capital de Media, y trasladó su tesoro a Persia.
"Aquel (Dios) que dice de Jerusalén: ‘Será habitada’, y de las ciudades de Judá: ‘Serán reedificadas, y levantaré sus lugares desolados’; Aquel que dice a la profundidad acuosa: ‘Evapórate; y secaré todos tus ríos’; Aquel que dice de Ciro: ‘Es mi pastor, y todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo’; aun en decir de Jerusalén: ‘Será reedificada’, y del templo: ‘Te será colocado tu fundamento’”.
Bueno, tanto la Biblia como la historia corroboran que efectivamente fue Ciro II el comandante y rey persa que se encargó de la conquista de Babilonia en el año 539 antes de Cristo.
En las palabras proféticas inspiradas registradas por Isaías concerniente a la restauración de Jerusalén y su templo se hizo mención de este gobernante persa como aquel que Jehová Dios había designado para derrocar a Babilonia y liberar a los judíos exiliados. (como ya mencioné citando del libro de Isaías 44:26–45:7.) Aunque esta profecía se registró más de un siglo y medio antes de que Ciro subiera al poder, y pese a que la desolación de Judá evidentemente tuvo lugar antes de que siquiera hubiera nacido, Jehová declaró que Ciro actuaría como su “pastor” a favor del pueblo judío. (Isaías 44:28; compárese con Romanos 4:17.) En virtud de este nombramiento por anticipado, se llamó a Ciro el “ungido” de Jehová (una forma de la palabra hebrea ma‧schí‧aj, mesías, y de la palabra griega kjri‧stós, cristo). (Isaías 45:1.) El que Dios ‘le llamara por su nombre’ (Isaías 45:4) con tanta antelación no quiere decir que le diera a Ciro su nombre cuando nació, sino, más bien, que sabía de antemano que un hombre llamado así se levantaría y que Él le llamaría, no de manera anónima, sino directa y específicamente, por nombre.
Esto es lo que ha dicho Jehová a su ungido, a Ciro, a quien he asido de la diestra, para sojuzgar delante de él naciones, para que yo desciña hasta las caderas de reyes; para abrir delante de él las puertas de dos hojas, de modo que las puertas mismas no estén cerradas: “Delante de ti yo mismo iré, y enderezaré las protuberancias del terreno. Las puertas de cobre haré pedazos, y cortaré las barras de hierro. Y ciertamente te daré los tesoros que están en la oscuridad y los tesoros escondidos que están en los escondrijos, para que sepas que yo soy Jehová, Aquel que llama por tu nombre, el Dios de Israel. Por causa de mi siervo Jacob y de Israel mi escogido, hasta procedí a llamarte por tu nombre; procedí a darte un nombre de honra, aunque tú no me conocías. Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Con la excepción de mí no hay Dios. Yo te ceñiré apretadamente, aunque no me has conocido, a fin de que desde el nacimiento del sol y desde su puesta la gente sepa que no hay ninguno fuera de mí. Yo soy Jehová, y no hay ningún otro.