Se
trata, en realidad, de una colección de textos funerarios que contiene, además
de numerosas ilustraciones, toda una serie de himnos, fórmulas mágicas y
oraciones que protegían el alma de los muertos.
Esta
escena, del Papiro de Hunefer (c. 1.275 a.C.), muestra el corazón del escriba
siendo pesado en la balanza de Maat contra la pluma de la verdad por el Anubis
con cabeza de chacal. Tot, con cabeza de ibis, anota el resultado. Si su
corazón es más ligero que la pluma, a Hunefer se le permite pasar a la otra
vida. Si no es así, es devorado por la expectante criatura quimérica Ammyt,
compuesta por los mortales cocodrilo, león e hipopótamo.
El
Libro de los Muertos era parte de una tradición de textos funerarios que
incluye los tempranos Textos de las Pirámides y de los Sarcófagos, que fueron
escritos sobre objetos, y no sobre papiros. Algunos de los sortilegios
incluidos fueron extraídos de estos textos antiguos y datan del III Milenio a.
C., mientras que otras fórmulas mágicas fueron compuestas más tarde en la
historia egipcia y datan del Tercer Período Intermedio (siglos XI-VII a. C.).
Algunos de los capítulos que componían el libro siguieron siendo inscritos en
paredes de tumbas y sarcófagos, tal y como habían sido los sortilegios desde su
origen. El Libro de los Muertos era introducido en el sarcófago o en la cámara
sepulcral del fallecido.
No
existía un único y canónico Libro de los Muertos. Los papiros supervivientes
contienen una variada selección de textos religiosos y mágicos y difieren
notablemente en sus ilustraciones. Algunas personas encargaban sus propias
copias del libro, tal vez con una selección de los sortilegios que consideraban
más importantes para su propia progresión en la otra vida. El Libro de los
Muertos fue comúnmente escrito con jeroglíficos o escritura hierática sobre
rollos de papiro, y a menudo ilustrado con viñetas que representan al difunto y
su viaje al más allá.
El
Libro de los Muertos fue desarrollado inicialmente en Tebas hacia comienzos del
Segundo Período Intermedio, alrededor del 1.700 a. C. La primera aparición
conocida de los hechizos contenidos en este libro son los textos del sarcófago
de la reina Mentuhotep, de la dinastía XIII, donde los nuevos salmos fueron
incluidos junto con textos más antiguos de los Textos de las Pirámides y de los
Sarcófagos. Algunos de los hechizos introducidos en este momento parecen tener
un origen anterior, caso de la rúbrica para el salmo 30B, que afirma que fue
descubierta por el príncipe Dyedefhor en el reinado de Micerino, muchos cientos
de años antes de lo que atestigua el registro arqueológico.
Hacia
la dinastía XVII el Libro de los Muertos se había extendido no sólo para los
miembros de la familia real, sino también para otros cortesanos y funcionarios.
En esta etapa los sortilegios se inscribían por lo común sobre los sudarios de
lino en los que eran envueltos los difuntos, y en ocasiones también han sido
hallados sobre sarcófagos y papiros. El Libro de los Muertos se compone de una
serie de textos individuales acompañados de ilustraciones. La mayoría de sus
capítulos comienzan con la palabra ro, que puede significar boca, habla, un
capítulo de libro, pronunciación o sortilegio. Esta ambigüedad refleja la
similitud de pensamiento en egipcio entre el discurso ritual y el poder mágico.
En el contexto del Libro de los Muertos se suele traducir como «capítulo» o
«sortilegio», y de ambas maneras serán referidos en este artículo.
Los
textos y las imágenes del Libro de los Muertos eran tanto mágicos como
religiosos. La magia era una actividad tan legítima como el rezo a los dioses,
aun cuando la magia estaba dirigida a influir en los propios dioses. De hecho,
para los antiguos egipcios hay poca diferencia entre las prácticas mágicas y
religiosas. El concepto de magia, heka, estaba íntimamente ligado a la palabra
escrita y hablada, por lo que el acto de pronunciar un ritual era una acción de
creación la acción y la pronunciación se consideraban lo mismo. El poder mágico
de las palabras se extendió a las palabras escritas. Los egipcios creían que
los jeroglíficos eran un invento del dios Tot y gozaban de poder, pues también
transmitían toda la fuerza de un sortilegio. Esto era efectivo incluso cuando
el texto se acortaba u omitía, como ocurre en los rollos tardíos del Libro de
los Muertos y en los que las imágenes gozaban de mayor protagonismo. Los
egipcios también creían que conocer el nombre de algo les daba poder sobre
ello, por lo que el Libro de los Muertos dotaba a su propietario de los nombres
místicos de muchas de las entidades que se encontraría en el más allá y de
poder sobre ellas.
Los
sortilegios del Libro de los Muertos hacen uso de varias técnicas mágicas que
también podían ser usadas en otras áreas de la vida egipcia. Algunos son para
amuletos mágicos que podían proteger a los muertos de cualquier daño. Además de
ser representados en los papiros del Libro de los Muertos, estos sortilegios
han aparecido en amuletos envueltos junto con la momia. La magia diaria hacía
uso de un gran número de amuletos. Diferentes artículos que estaban en contacto
directo con el cadáver en la tumba, como el soporte de la cabeza, también
tenían valor de amuleto. Otros sortilegios también se refieren a las creencias
egipcias sobre el poder mágico y curativo de la saliva.
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