sábado, 6 de octubre de 2012

Lo que es Bello es Bueno



Lo que es bello es bueno.

 Personas atractivas (mujeres y hombres) posen rasgos de personalidad social mente más deseables, en comparación con personas menos atractivas. Por ejemplo, si se asume que personas atractivas tienen un mejor trabajo, mejor carácter, o son mejores padres. Los resultados de su estudio sugieren que el estereotipo de atracción física existe y es compatible con lo la tesis de lo que es bello es bueno. Los resultados indicaron que los participantes tienden a asociar a personas atractivas más rasgos de personalidad social mente deseables, y que también se asume que tienen vidas más felices y exitosas. En los productos, esto no es muy diferente, pues se ha propuesto que el estereotipo ‘lo bello es bueno’ también aplica en los objetos.
‘Lo que es atractivo funciona mejor’ y  ‘lo que es bello es usable’. Si bien, estos principios son incorrectos ya que se ha demostrado que las personas distinguen estas dos características en los productos de manera independientemente, por lo tanto, algo bello no depende del funcionamiento, así como algo que cumple perfectamente su función instrumental no es automáticamente atractivo. El hecho de crear productos bellos, impacta positiva-mente en el usuario y eso beneficia la relación usuario-producto al por ejemplo, ignorar que no funciona tan bien como se pensó y pasarlo por alto.

Es importante señalar que existen estereotipos individuales y sociales. En este caso mencionaremos brevemente ideas en torno a los estereotipos sociales, generalmente son impresiones compartidas por un grupo de personas, que están fuertemente influenciados por varios supuestos acerca de personalidades, actitudes, conductas, de las personas sobre un grupo específico. En otras palabras, son  imágenes súper simplificadas de las características de un grupo, p.ej. Los Ingleses son borrachos y los Mexicanos flojos y en torno  al diseño se cree que un producto caro es el mejor o que el buen diseño es costoso. Es relativamente fácil para los seres humanos estereotipar a sus semejantes y mucho más fácil creer que esos estereotipos son verdaderos. En algunas ocasiones es difícil dejarlos de  lado, por ejemplo, cuando sin razón aparente, se tiene miedo a personas con ciertas características físicas.



Aprovechar el estereotipo ‘lo que es bello es bueno’ se ha convertido en una herramienta esencial para los políticos y toman ventaja para atraer votos. Al estilizar sus fotografías enfatizan su apariencia (Soy atractivo y amigable, soy lo que necesitas) más que en sus propuestas. Paradójicamente, la evidencia de la existencia del estereotipo no ha impactado en la manera de hacer política. Incluso hay algunos politólogos que dudan de que la apariencia de una persona impacte en la intención del voto. Afirman que en cualquier proceso electoral la población está informada. Se asume, pues que ‘todos’ los electores somos libres de ejercer nuestro voto y que no somos alienados o manipulados. Los politólogos olvidan que hay un gran número de personas que solo conocen a los candidatos a través de propaganda, o de programas de televisión (ediciones que muestran ‘la mejor’ cara del político o personaje en cuestión). En México, por citar un ejemplo, hay más de 20 millones de personas que viven en la pobreza extrema, que se preocupan más por satisfacer sus necesidades básicas que por conocer a los candidatos que los ‘representarán’. 

Cuando voten su decisión se verá influida por imágenes editadas, y resúmenes de televisión y los carteles con la fotografía del político, -en el mejor de los casos-. Ante este escenario, no es raro que en una encuesta presentada hace unos días -Encuesta Nacional de Preferencias Electorales para el 2012, las personas mencionen el candidato x es más simpático, valiente y responsable y está más cercano a la gente. Esto desvía la atención a lo que es importante, el plan de gobierno de cada candidato.
Los políticos tratan de venderse como productos de consumo. El problema, sin embargo, es que muchos productos de consumo son innecesarios, y los  compramos por cuestiones operacionales, sin reflexionar mucho en por qué los consumimos. El que los políticos se promuevan como productos de consumo les representa muchos beneficios, pues una vez que están en el poder sirven a sus intereses, y los electores no pueden regresar los por mal funcionamiento, algo que también debería aplicarse con estas personas.



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